sábado, 18 de abril de 2020

Charco Malo

 

   Cuando llevamos más de un mes recluidos en casa por la declaración de la pandemia ocasionada por el dichoso coronavirus, viene a mi memoria mi última salida para andar por esta sierra nuestra, fue uno de los primeros días del mes de marzo, cielo gris y amenazando lluvia, de esos en que solo unos pocos locos se atreven a salir a disfrutar del campo.


   A unos cuantos kilómetros de Cortelazor La Real existe un rincón donde perderse, lejos de asustar, se convierte en el más primario de los placeres.


   Para llegar al paraje de Charco Malo, salimos del pueblo en dirección al barranco del Arroyo de la Guijarra, uno de los afluentes de la Rivera de Huelva. 


   El tramo de camino que baja hacia las distintas pozas, en días en que el suelo está mojado, hay que tomarlo con precaución porque se hace resbaladizo entre piedras cubiertas de musgo y vegetación sinuosa. Sin embargo, el premio de sentir el silencio de la naturaleza, de buscar paso en el laberíntico bosque formado por alisos, álamos y chopos, de conmoverse por el abrazo del agua que hospitalaria te recibe en su casa, recompensa enormemente.


   Si cualquier día el paraje es un privilegio para los sentidos, en algunas ocasiones la naturaleza, liberada de humanos, se supera. Envuelto por la umbría de ese barranco uno se siente pequeño e insignificante, ante una belleza, con la que jamás podremos competir.


   En el curso del arroyo se reparten varios saltos de agua y pozas, la más popular es la de Charco Malo que, aunque los amantes de la sierra ya la conocíamos, un programa de televisión vino a mostrarla al mundo. Al llegar al salto de agua, se hace obligado parar, sentarse, respirar, escuchar con el alma y al marchar no dejar allí ningún rastro de nuestra presencia, que no se rompa la magia.



   Recordando ese día gris he vuelto a sentir que me perdía en esta sierra que tanto echo de menos ahora. Os dejo fotos de ese día aunque para nada transmiten el sentimiento de estar allí.